jueves, 10 de septiembre de 2009

Sector Picante: Ponete la camiseta nene!!!

Lo recuerdo como si hubiese sido hace poco. De hecho fue el domingo pasado en la cancha de River, donde el millonario enfrentaba al recién ascendido Chacarita no sólo para comenzar a sumar de a tres en el torneo, sino que también para salvar la cabeza rizada de Néstor Gorosito, que a esa altura ya tenía contratados, por si las moscas, servicios clandestinos de la NASA para desaparecer de esta galaxia en caso de una eventual, y muy posible, derrota.

Lo concreto es que el partido estaba 3 a 3, con defensores que no cazaban un palo de nada, hasta que un jugador (no recuerdo quien fue, pero les aseguro que lo amo) le puso un exquisito pase con perfume francés al “Bushitto” Ortega!! Ortega!!. Encima que el plato principal fue bueno, el postre le pasó el trapo. Con una definición por encima del arquero que el mismo Dios se tomó la molestia de aplaudir, la victoria estaba para el local y Gorosito canceló su viaje a la estratosfera. Fue de esos goles que dan ganas de cerrar el estadio al toque, si no fuera por 40 mil civiles que se encontraban adentro y al otro día tenían que ir a laburar y a hacer funcionar al país.

Pero todavía no puedo enfocar, me cuesta. El hecho es que, en medio de tanta euforia y alegría gastando la garganta a más no poder y abrazándome con gente que ni conozco, vi un gesto que horas después me llevaría a reflexionar (Eureka!). Evidentemente River ganaba y en ese momento me importó un (lo que ponen las aves para dejar descendencia).

Cuando volvía en el auto con mi viejo, escuchando un mp3 de Serú Girán, se me vino a la cabeza la imagen de Ortega sacándose la camiseta mientras los centrales “funebreros” se querían comer al juez de linea al grito de “Orsay, la c..... de tu madre”.

Aterricé en la problemática. Ahí fue cuando me pregunté: ¿Por qué carajo se sacan la camiseta los jugadores para festejar un gol? Yo supongo que debe tener un significado simbólico bastante fuerte e instintivo. Porque encima ahora los amonestan (Y a algún que otro “dolobu” lo habrán echado) y sin embargo, se la siguen sacando, como cuando uno está a dieta y se mira cara a cara con un alfajor triple de dulce de leche y termina siendo derrotado por la tentación. Encima la tiran al suelo como si nada, sin pensar en el pobre utilero, que tiene que lavar la pilcha de 20 matungos hasta la madrugada para tenerla limpia, perfumada y “chuavechita” para el otro día. Tampoco piensan en el arbitro que siempre después del mismo ritual tiene que acercarse al infractor y decirle cosas como: “Flaco, es la vigésima cuarta vez que te amonesto por la misma pavada” o “¿Hace falta que te diga que tenés amarilla gil?

Es por eso que me propuse elaborar algunas teorías para justificar esta tendencia humana que tiene con la boca abierta y sin respuesta tanto a sociólogos, antropólogos y a ustedes, que por algo están leyendo esto, ¿no?:

El jugador se saca la casaca (parece un trabalenguas) y en su mente puedo leer: “Ya me tienen las tarlipes por el piso, siempre tengo que hacer un gol por está manga de inútiles que se rascan todo el partido y encima la prensa me critica”. De esta manera, el jugador nos cierra el.............trasero, y con la victoria, ya empieza a especular con comer mañana en el programa de Mirta Legrand.

Muchas veces el estado físico de los jugadores es puesto en tela de juicio, especialmente cuando su equipo perdió 8 a 0 o está en zona de descenso directo. Como respuesta a los malos ojos, y para probar que durante la semana se aguantaron las ganas de comerse una bondiola en plena costanera norte, el jugador accede a mostrar su físico a la audiencia ante serias declaraciones de testigos que lo acusan de haber asaltado un parri-pollo. Mientras tanto sus labios susurran: “Esta es para vos, Cormillot”

La hipótesis 3 tiene estrecha relación con la anterior, sólo que ahora la víctima es un particular de la platea baja, que al parecer piensa que pagando la entrada más cara tiene derecho a “putear” a los cuatro vientos. El jugador “x” cansado de las actitudes del plateísta “y”, convierte un gol con la espalda, se quita la camiseta, se abraza y saluda con sus campañeros (si quiere y puede se “chapa” a alguno) y luego se toma un minuto de su vivir para buscar a su presa, mirarla maliciosamente y gritar a viva voz: “mirá como caliento a tu “jermu” con este lomo, hijo de p...”. Y con el acto consumado se renueva el juego desde mitad de cancha.

Este punto no es tan poco serio como los precedentes, pero me parece un aspecto destacable considerar que esta actitud indicaría que el jugador ya está harto de correr tras una pelotita o que la camiseta del equipo que viste le pesa demasiado. Sólo para tener en cuenta.

Finalmente, de mi parte, queda entender que esta es una conducta totalmente irracional, y que es una pérdida de tiempo seguir reflexionando acerca de esta soberana boludez, por más gratuito que sea pensar.

En fin, si hay algo que quieran comentar........comenten.

Me voy a cosechar algo en mi vida..

Saludos desde el fondo.


Por Martín Barreiro

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