Lo recuerdo como si hubiese sido hace poco. De hecho fue el domingo pasado en la cancha de River, donde el millonario enfrentaba al recién ascendido Chacarita no sólo para comenzar a sumar de a tres en el torneo, sino que también para salvar la cabeza rizada de Néstor Gorosito, que a esa altura ya tenía contratados, por si las moscas, servicios clandestinos de
Lo concreto es que el partido estaba
Pero todavía no puedo enfocar, me cuesta. El hecho es que, en medio de tanta euforia y alegría gastando la garganta a más no poder y abrazándome con gente que ni conozco, vi un gesto que horas después me llevaría a reflexionar (Eureka!). Evidentemente River ganaba y en ese momento me importó un (lo que ponen las aves para dejar descendencia).
Cuando volvía en el auto con mi viejo, escuchando un mp3 de Serú Girán, se me vino a la cabeza la imagen de Ortega sacándose la camiseta mientras los centrales “funebreros” se querían comer al juez de linea al grito de “Orsay, la c..... de tu madre”.
Aterricé en la problemática. Ahí fue cuando me pregunté: ¿Por qué carajo se sacan la camiseta los jugadores para festejar un gol? Yo supongo que debe tener un significado simbólico bastante fuerte e instintivo. Porque encima ahora los amonestan (Y a algún que otro “dolobu” lo habrán echado) y sin embargo, se la siguen sacando, como cuando uno está a dieta y se mira cara a cara con un alfajor triple de dulce de leche y termina siendo derrotado por la tentación. Encima la tiran al suelo como si nada, sin pensar en el pobre utilero, que tiene que lavar la pilcha de 20 matungos hasta la madrugada para tenerla limpia, perfumada y “chuavechita” para el otro día. Tampoco piensan en el arbitro que siempre después del mismo ritual tiene que acercarse al infractor y decirle cosas como: “Flaco, es la vigésima cuarta vez que te amonesto por la misma pavada” o “¿Hace falta que te diga que tenés amarilla gil?
Es por eso que me propuse elaborar algunas teorías para justificar esta tendencia humana que tiene con la boca abierta y sin respuesta tanto a sociólogos, antropólogos y a ustedes, que por algo están leyendo esto, ¿no?:
El jugador se saca la casaca (parece un trabalenguas) y en su mente puedo leer: “Ya me tienen las tarlipes por el piso, siempre tengo que hacer un gol por está manga de inútiles que se rascan todo el partido y encima la prensa me critica”. De esta manera, el jugador nos cierra el.............trasero, y con la victoria, ya empieza a especular con comer mañana en el programa de Mirta Legrand.
Muchas veces el estado físico de los jugadores es puesto en tela de juicio, especialmente cuando su equipo perdió
La hipótesis 3 tiene estrecha relación con la anterior, sólo que ahora la víctima es un particular de la platea baja, que al parecer piensa que pagando la entrada más cara tiene derecho a “putear” a los cuatro vientos. El jugador “x” cansado de las actitudes del plateísta “y”, convierte un gol con la espalda, se quita la camiseta, se abraza y saluda con sus campañeros (si quiere y puede se “chapa” a alguno) y luego se toma un minuto de su vivir para buscar a su presa, mirarla maliciosamente y gritar a viva voz: “mirá como caliento a tu “jermu” con este lomo, hijo de p...”. Y con el acto consumado se renueva el juego desde mitad de cancha.
Este punto no es tan poco serio como los precedentes, pero me parece un aspecto destacable considerar que esta actitud indicaría que el jugador ya está harto de correr tras una pelotita o que la camiseta del equipo que viste le pesa demasiado. Sólo para tener en cuenta.
Finalmente, de mi parte, queda entender que esta es una conducta totalmente irracional, y que es una pérdida de tiempo seguir reflexionando acerca de esta soberana boludez, por más gratuito que sea pensar.
En fin, si hay algo que quieran comentar........comenten.
Me voy a cosechar algo en mi vida..
Saludos desde el fondo.
Por Martín Barreiro
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